Columna: El futuro feo
Para: Telecápita
Por: Eric Flores @semicerrazon
Pensemos en un Estado-nación con las
características de internet, la anulación fronteras y con ello el libre
tránsito de ciudadanos...
¿Cuándo perdimos
internet?
Con la llegada
del Protocolo de Internet Versión 6 (IPV6) se dio por sentado que las
posibilidades de tener 340 sextillones de direcciones IP resolverían,
técnicamente, el servicio a cada nodo, usuario, estación o dispositivo que lo
requiriera, acercándose más a la idea de como fue concebida la red de redes:
una dirección enrutable para todos los conectados que estableciera una
comunicación punto a punto sin intermediación del ISP (Proveedor de Servicios
de Internet o Carrier) y capas superiores.
El complejo
universo que esto representaba obligó a un debate político para garantizar el
acceso, en igualdad de condiciones, a todos los actores interesados
(proveedores, usuarios, comercializadores, etc.) y así conformar el acuerdo de
Gobernanza de Internet. En realidad, era un debate comercial. La rentabilidad que
representaba la creación de una red multiservicios era voraz.
Estado Unidos
había anunciado, para septiembre de 2015, su desincorporación del ICANN
(Internet Corporation for Assigned Names and Numbers) órgano que se
encarga de la organización de soporte de nombres de dominio y de direcciones IP
mundiales, dejando la gobernanza al resultado del Encuentro Multisectorial
Global sobre el Futuro de la Gobernanza de Internet, conocido también como Net
Mundial.
Sin embargo el
discurso tecnocrático demostró ser incompatible para que un "espacio
social" fuera gobernado por dos entes tan disímiles como la técnica y la
política. Productores de contenido, proveedores de acceso e intereses
económicos modelaron el debate sobre lo que había de discutir en una idea de
modelo centralista del desarrollo de internet. Los debates sobre derechos de
audiencias, la no discriminación, la competitividad convirtieron a los usuarios
en consumidores, a los datos en contenidos.
La pregunta ¿qué
le pertenece a la internet y qué al resto de la actividad económica?
no fue resuelta. En cambio temas como neutralidad de la red fueron impuestos a
pesar de saber que internet no era neutral pero se sostenía como una ficción
irrenunciable. Tratar a todos los paquetes por igual, permitir el libre acceso
a todo puerto, protocolo, destino, origen y contenido, fue imposible desde la
arquitectura del multimedio.
Dejar a la libre
competencia del mercado la expansión de internet convirtió a esa esfera pública
en una extensión de la propiedad privada. Además, la negativa del carrier en
compartir su infraestructura para el bien común, como lo es la vía pública,
precarizaron la red en la simple elección de un servicio u otro.
Filtraciones
revelaron que el gobierno mexicano realizó acuerdos extraoficiales para
priorizar Google a diferencia de otros operadores priorizando ciertos
contenidos en las búsquedas en línea dentro del territorio nacional. Si bien la
red no podía ser neutral si lo debían ser la políticas públicas y sus marcos
regulatorios.
Así perdimos la
potencialidad de participación de toda Pro Persona en la creación redes
descentralizadas o semicentralizadas, con capacidades y arquitecturas de
participación en uso y desarrollo. Las aplicaciones, tan en boga en ese
entonces, establecían un contrato de datos para datos esenciales (zero-rating),
colocaron a intermediarios donde no se necesitaban intermediarios (apps) y se
pasó de una red cooperativa a una red competitiva.
Cuando en 1995 se
desincorporó el "back on" de la National Science Fundation se
estableció que la interconexión estuviera por encima de la neutralidad dado que
se entendía que internet no era a dónde ibas sino por donde ibas; posibilidades
de innovar y mejorar la red de todos quedaban implícitas en desarrollos
"permanent beta"; la participación de otros operadores en zonas
rurales era posible dado que se entendía como una infraestructura abierta;
cuestionarse sobre cómo concebíamos las redes anteriormente y cómo las vemos
ahora revelan cuáles fueron lo intereses preponderantes que terminaron marcando
los lineamientos de un internet que dejó a sus usuarios a la orilla de su
propio proceso.