11.2.10

La poesía dramática




Cuando uno observa y presta sus sentidos a la respiración del mundo, el mundo se convierte en evento. La búsqueda del yo, como quien busca un camino hacía sí mismo, como quién habita el libre ejercicio de dudar, es el evento de eventos: el pensamiento. Pero nada esta más cerca de la verdad que cuando lo bello, cuando se conecta a ese conocimiento sensorial propio de los cuerpos. La realidad se desdobla así en representaciones de lo uno y lo otro, del mundo como escena, de la escena como cuerpo, del cuerpo como representación de los pensamientos.


Abordar la poesía dramática en un juego de sombras, de realidades que se velan con el propósito de ocultar la terrible verdad, es también darle cuerpo a los pensamientos, es pertenecer al territorio de las subjetividades. Los actores nos son entes físicos ya, son cuerpos sin tiempo, sin rostro, sin objetivación, somos todos. "En esta dramaturgia del espíritu las tesis carecen de valor, sólo hay escenas; no valen ya las ideas sino sólo los golpes dramáticos, no valen los discursos sino sólo las provocaciones" (Sloterdijk).


El lenguaje como producto de la individualización y transformación del mundo queda al desnudo por la provocación de los cuerpos en respuesta. Como un coro trágico, una voz plural que se descentra del predominio de la imagen (objetivación) y da cabida al placer, obedecemos al sentido de la poética, a la razón de un sentimiento y nada más.


El presente proyecto hace énfasis en la interrupción de la cotidianidad, en intervenir los espacios comunes y habituales. Es darse a la oportunidad de ser parte de la realidad, no una realidad cómoda y aventajada, sino el soberbio presente: estar.