Sentí, al penetrar en las ingles mi respiración, un placer sexual como del buen algodón. Mientras inspiraba, mi órgano proyectaba su ojo “más allá”, abocando él también su propio aire.
En la exhalación el aire tomado recorría su alambique hasta los cojones haciendo ahí un gracioso remolino que invitaba a replegarme.
En la exhalación el aire tomado recorría su alambique hasta los cojones haciendo ahí un gracioso remolino que invitaba a replegarme.