7.11.10

Resonancia


El aburrimiento nació un día de la uniformidad
Saxe-Meiningen

Resonancia, proyecto interdisciplinario de Roxana Valdez, agita las esferas del discurso coreográfico extendiéndolas hacia la construcción del espectáculo escénico.

En un inicio el espectador es pescado y puesto en peceras desde las que nace una música circular. Sí, como cuando uno roza los dedos sobre el borde de una copa. Los músicos al fondo intercambian giros, tonos, ritmos, se articulan. Sus ondas sonoras  llenan el espacio hasta desbordarlo.
La escena permanece en penumbra.  Una luz siembra un cuerpo en escena. Por un respiro lo ilumina, lo anima y lo apaga. Así con otro cuerpo y así crece la danza.
Roxana Valdez explica su investigación como un seguimiento del volumen y la tridimensionalidad partiendo de lo corpóreo. Y es que en danza, en el ejercicio de medir el entorno con el propio cuerpo, todo se hace común. Por ello mismo se embellece uno al verlo. Resuena lo que se hace allí, sobre escena, en vibraciones cada vez más amplias.
Resonancia practica desde múltiples posibilidades el concepto. Es por eso que el espectáculo tenderá a crecer, en espacio, en volumen, a crecer en luz. Resonancia también juega lo imperfecto de la sincronía. El mismo movimiento percutido por dos o tres cuerpos distintos es prueba ya de la imposibilidad de repetición.
Sin embargo de la interrogación que se formula al movimiento, sea sonoro, espacial o visual, de cómo éste atraviesa distintas calidades de acción partiendo de un estado latente, el desarrollo de la obra se ve interrumpido justo en el clímax. Cosa poco probable ante las leyes de la termodinámica porque de qué otra forma nombrar a lo que nos mueve sino energía. De cualquier forma vale, y para mucho, las respuestas que habrá encontrado de las que solo podemos percibir una parte.