11.9.07

Pregúntale al polvo


Llegar al extrañamiento de la literatura. Encontrarse con la Obra dormida en nuestra cama. Entreabiertas las tapas,
esbozan la blancura de sus hojas. Sin dirigirnos palabras. Sin nada en el pensamiento. La tomo, la abro, la siento…



Seis meses sin probarla. Seis largos meses con otras cosas.


Esa última vez la vi morir, elevarse, perder la sangre. Después fui lo más infeliz que pude porque le sobreviví y llevé
en mí sus negras esperanzas. Tanta mala savia, tanto que me conoció y me apagó, hecho de cera yo, cuando expiraba.
No me alentaba. No creyó en mí. Por eso no lloraba.


Y un día de porquería, con las entrañas arañadas y mi hígado de asbesto echando llamas me desvestí. Ella estaba allí:
la desgraciada. Sin dirigirnos palabras. Sin nada en el pensamiento. La tomo, la abro, la siento…